Tocaor estratosférico, compositor fecundo e imaginativo, tímido pero sublime e infatigable embajador de la cultura española, Paco de Lucía fue un músico universal, el guitarrista que refundó el toque flamenco y lo subió a las más altas cimas artísticas haciéndolo crecer y evolucionar y mezclándolo con otras músicas de raíz, como la bossa nova, el jazz o el blues, a las que él llamaba “las músicas de la nevera vacía”.
Payo de nacimiento, pero gitano de alma, Francisco Sánchez Gómez, que ha fallecido repentinamente en una playa de México a los 66 años, aprendió a rasguear la guitarra por pura necesidad, al mismo tiempo que empezaba a hablar, cuando vivía en el barrio caló de Algeciras, La Bajadilla. “Estábamos hambrientos y mi padre no sabía qué hacer para sacarnos adelante”, solía contar. “Los flamencos, como todos los músicos de las músicas de raíz, siempre hemos tenido la nevera vacía”.
Su madre portuguesa, Luzia Gómez, dio nombre a la estirpe. Y su padre, Antonio Sánchez, fue el férreo y emprendedor productor que supervisó la carrera y la revolución flamenca que Paco de Lucía, solo y sobre todo junto a su inseparable Camarón de la Isla, cantaor legendario, montó en los años sesenta y setenta al despachar una decena de discos que marcarían el futuro del flamenco.
Antes de eso, Paco de Lucía fue Paco de Algeciras y formó con su hermano Pepe de Algeciras, luego Pepe de Lucía, dos años mayor que él y cantaor de gran calidad, el dúo Chiquitos de Algeciras, que rompió el molde en un concurso flamenco celebrado en Jerez en 1962. El tocaor de pantalón corto regresó a casa con un premio especial del jurado y un sobre con 4.000 pesetas.
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